"El mundo es la casa de quienes carecen de ella"

Sherezade

miércoles, 30 de noviembre de 2011

Arroz negro 5 Continentes




Arroz negro 5 Continentes

En Marruecos en particular y en África en general, es muy común saber cuándo sales de casa, pero también lo es, no saber donde puedes acabar, por eso, la receta de hoy, está dedicado a eso.

En nuestro coche y a modo de ritual, hay algunas cosas que tienen su propio espacio establecido, saco de dormir, esterilla, tienda de campaña y una caja con utensilios básicos de cocina e ingredientes, cuatro cosillas, todas simples.
Antes de continuar, decir que esta receta, la vi hace ya unos años a Pep Nogué, un cocinero sin cocina que trabajó en los fogones de Can Roca durante muchos años, no puede imaginar Pep, el provecho que le hemos sacado a su recetilla.

La hemos compartido con peuls, con touaregs, con mambaras, con amazighens de todos los rincones del norte de Africa, con quechuas, con mongoles, con uzbekos, con tayikos, con vogules, con kurdos, con beduinos, con pashtunes, incluso con algún que otro talibán, con irulas al pie del Ganges, incluso… con alemanes, ejem. Porque donde vamos nosotros, siempre, siempre, van unas latas de calamares en su tinta y ahora os explicamos por qué.

Esta receta es básica, se puede hacer en un abrir y cerrar de ojos en cualquier rincón del planeta, en rincones donde no conocen los calamares, rincones donde es la primera vez que han visto tan singular “bixo”. No deja de ser una forma de acercamiento, de compartir y sobre todo de reciprocidad.
Con una simple lata de calamares en su tinta, medio tomate, un trozo de pimiento, un ajo y un poco de perejil. Una fiambrera o un cazo y un infernillo, puedes darte un homenaje en cientos, miles de lugares anónimos, donde lo mejor es el entorno, la compañía y sobre todo, el anonimato. Lejos de todo, cerca de nada.

Miquel, un buen amigo, decidió el año pasado tomarse un año sabático, recorrió medio mundo, en ese periplo, hizo un trek importante por el Himalaya, antes de partir vino a visitarnos, hablamos horas y horas, de todo, pero especialmente de viajes y de su viaje. Le hablamos de la piedra filosofal, de esas latas de calamares, el resto de ingredientes, los encontraremos prácticamente en todo el planeta. Esas latas de calamares, que más de un quebradero de cabeza, igual que a Miquel, nos han dado en los controles y scanner de los aeropuertos. Recibimos un email de él desde Katmandú, trascribo un extracto:

“… todo fenomenal, las latas de calamares en su tinta, un éxito. Que sepáis que hemos hecho una arroz espectacular a casi 5.000 metros de altitud, los sherpas han flipado en colores, no han dejado ni un grano, que cabrones y eso que al principio hacían mala cara…”

Vamos por la receta, no sin antes, agradecérsela una vez más a Pep Nogué, aunque la nuestra es versionada.

Ingredientes

1 lata de calamares en su tinta
Medio tomate
Unas tiras de pimiento verde, chile, rojo…
Un ajo y un poco de perejil
Un puñado de arroz



Sofreímos el tomate y el pimiento, cuándo lo tengamos prácticamente listo, tiramos el arroz y lo mezclamos todo bien, añadimos el agua y lo llevamos a ebullición, guisamos de forma tradicional. Una vez el arroz esté prácticamente listo, añadimos la lata de calamares, mezclamos bien y dejamos al fuego hasta que evapore el agua, añadimos ajo y perejil picado. No poner sal

Falta de ingredientes

Nada es perfecto, siempre puede fallar algo, se puede hacer prácticamente igual solo con el tomate, a partir de ahí, podemos ir suprimiendo o añadiendo los ingredientes que creamos oportuno.

¿Montamos el plato?



En este caso, la lata. Buscaremos el mejor de los lugares, buena sombra en verano, buen sol en invierno. Antes de empezar a cocinar, visualizaremos los alrededores, siempre hay alguien que se apunta. Calcularemos cantidades. Cocinamos, serviremos en la misma lata, en plato, en perolo, en un cazo, aunque lo más común, es hacerlo todos del mismo plato. Imprescindible buscar el lugar adecuado, mares, montañas, desiertos y buena compañía, sobre todo, buena compañía.

¿Sabías que?

En la Semana Santa de Sevilla, la Hermandad de Triana, después de esculpir el famoso caballo que acompaña el paso del Misterio del Señor, un grupo de hermanos que había donado dicha escultura, firmaron en él, como una especie de recuerdo a tal contribución. Después, en el círculo cofrade y en tono guasón, por ese motivo y debido al gran número de firmas que había en el caballo, este se quedó con un mote, se suele decir:
“Ese caballo, tiene más tinta que un calamar”

Buenas puestas de sol, buenas recetas y a ser felices…



martes, 29 de noviembre de 2011

Megdaz




Megdaz

¿Megdaz? ¿Qué es Megdaz? …
Megdaz es un sueño, otro de esos lugares anónimos, una de esas maravillas del mundo, que no están en listados ni ránquines, Megdaz, es Megdaz.
Esta, es otra receta con historia, relacionada con ese lugar en el mundo, de ahí que optemos por ponerle su nombre a este plato.

“……..y después de ascender el Tizi Asdrem y pasar los últimos días con los singulares Ait Ouzighrimt, creía que nada más podría sorprenderme en este Atlas, que cada vez más,  me está dejando una profunda huella. Pasamos una noche en Imi Ikkiss, de ahí llegamos a Ichbakken, impresionante poblado desde donde nuestra vista se pierde sumergida en el Valle del Tessaout. Descendemos hasta Ait Ali N´Ito y desde ahí a Megdaz. ¡Por Dios! ¿Es esto real? no puedo creerlo. Alahucine, nos acoge en su casa, las vistas desde la terraza, son estremecedoras, nunca hubiese imaginado algo así. Tardaré en olvidar Megdaz.” Primavera de 1981

Aún no lo hemos olvidado. Este, es un extracto de nuestra primera estancia en Megdaz, nos recibieron en casa de Alahucine, hoy un gran amigo. El recibimiento y la hospitalidad, típica de los Icheulyen — las tribus de esa zona fue simplemente increíble. Después de organizarnos la estancia en su casa, alfombras, pieles de cordero, mesas, etc. nos ofrecieron un refrigerio de bienvenida. Té caliente a la menta, dátiles, nueces, almendras y mandarinas. ¿Mandarinas? ¿De dónde habían sacado las mandarinas? El zoco más próximo, estaba a cincuenta kilómetros a pie. Después lo supimos.
Esos ingredientes, son la base de esta receta, que solemos hacer cuándo tenemos amigos o incluso en casa de nuestro buen amigo Alahucine en Megdaz.
Con los mismos ingredientes de aquella inolvidable velada, nos trabajamos este Megdaz. Atentos

Ingredientes

Se trata de hacer una gelatina de té verde a la menta, que acompañamos de una confitura de mandarina amarga y unas trufas de dátil con almendra y nueces recubiertas de coco rallado, esta trufa, es un postre típico durante el Ramadán.

Para la confitura amarga de mandarina

Mandarinas
Agua
Azúcar
Extracto de agua de azahar

Para la gelatina de té

Té verde en hoja
Un ramillete de menta
Azúcar
Gelatina en polvo

Para las trufas de dátiles

Dátiles
Almendras
Nueces
Extracto de agua de azahar
Canela en polvo

Haremos la confitura del modo tradicional. Hervimos las pieles de la mandarina, peladas con mucho cuidado de que no quede ningún resto interior. Secamos y reservamos el agua. Hacemos un almíbar, introducimos la carne de las mandarinas deshuesadas y limpias de impurezas. Removemos constantemente, dejamos que espese. Cuándo creamos que está lista, añadimos las pieles que teníamos reservadas y añadimos el extracto de azahar. Damos el último hervor y listo. Reservamos.

La Gelatina de té verde.

Lo ideal, sería hacerla con té verde en polvo, el japonés (Sencha), ese té no se consume en Marruecos, por lo que daremos rienda suelta a la imaginación. Maceramos la víspera un buen ramillete de menta (hierbabuena). Con ese agua, hacemos un té ligero. Llevamos a ebullición el agua, introducimos el té. Tapamos y retiramos del fuego. Retiramos la cantidad que necesitemos. A partir de ahí, haremos una mezcla al 50% de agua en la que trituraremos las hojas de menta, colamos y mezclamos con el té que teníamos reservado. Calentamos. Mezclamos con la gelatina y dejamos solidificar, previamente, habremos endulzado.

Las trufas de dátil

Como ya explicado en otras ocasiones, en una vaporera, ponemos los dátiles a fin de poder pelarlos, quitamos las semillas. Reservamos. Pelamos las nueces y las almendras. Trituramos la carne de los dátiles, con los frutos secos, debe predominar el dátil 70%. Añadimos una vez triturado, unas gotas de extracto de agua de azahar y una pizca de canela molida. Amasamos y reservamos en lugar fresco.
¿Montamos el plato?


Hacemos una base con la confitura de mandarina, encima ponemos un trozo de la gelatina de té. Clavamos una hoja de mandarino pequeña, escaldada y pasada ligeramente por la plancha es comestible y lujuriosamente buena- hacemos unas bolas con la masa de los dátiles, cubrimos parcialmente con coco rallado sumergiendo la mitad de la trufa en limón y pasando por el coco. Ponemos otra trufa más pequeña encima y sobre ella un gajo de mandarina que también habremos cubierto parcialmente con el coco. Listo.
Se puede acompañar con pastas secas.

¿Sabías que?

Mririda N´ait Attik, fue la única princesa amazigh conocida. Nacida precisamente en Megdaz (1900-1930). Poetisa autodidacta y creadora del único libro que existe en tafinagh (bereber) concretamente en tachelhit, el dialecto de la zona. Se trata de Les Chants de la Tessaout, un recopilatorio de unos ciento y pocos versos, que son una autentica delicia. Fue traducido al francés por René Euloge, un funcionario francés que vivió en Marruecos a principios del XX y que conoció a Mririda naciendo una gran amistad. Euloge, fue el descubridor de esos valles al mundo. A quien le interese el tema, es de lectura obligada, sobre todo para entender el papel de la mujer y del hombre en la sociedad amazig, tan desconocida incluso para los conocedores.
Es evidente, que Mririda, solo podía haber nacido en Megdaz. Sus versos, sus Cantos al Tessaout, al igual que su idioma, eran orales, de ahí que Euloge hiciese el recopilatorio. Mririda, era analfabeta.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Crema de al-kharshûf al comino con su crujiente




Crema de al-kharshûf al comino con su crujiente

La al kharshûf o  al-qabsíl, es el nombre original de nuestra actual alcachofa y que, como otras muchas perlas, fue introducida en la península por los árabes. Esta hortaliza, que si no existiese, debería de inventarse, es para nosotros una de las más esperadas del año ya que nos encanta en todas sus modalidades. En Marruecos, las alcachofas, lo son de una calidad exuberante , las podemos encontrar en plena temporada en las provincias de Fez-Bulmán (Fez) y Garb-Chrarda-Beni Hsen (Kenitra), que es dónde son de mejor calidad. Curiosamente, en estas dos provincias, también ese producen en primavera habas y guisantes que se están haciendo ya muy conocidos en las mejores cocinas europeas, por lo tanto, agricultores y payeses, deberán ponerse las pilas si no quieren se desbancados por ese gran huerto natural, que es este Marruecos.

A partir de hoy, veréis presente en muchas de nuestras recetas la Cynara, como era conocida por griegos y romanos que le otorgaban poderes afrodisiacos y tomó su nombre de Zeus. Según cuenta la leyenda, este, después de seducir a una muchacha, la convirtió en alcachofa.
Vayamos pues, con nuestra crema de al kharshûf, una autentica delicatesen otoñal.


Ingredientes

Alcachofas
Chalota
Patata
Una nuez de mantequilla
Aceite de oliva
Pasta filo
Jengibre molido, pimienta blanca
Comino

Para la crema. Cortamos los corazones de la alcachofa y las vainas. Sofreímos en una cazuela la chalota con la n nuez de mantequilla hasta que quede pochada. Pelamos una patata y troceamos. Incluimos a la chalota con los corazones y las vainas de alcachofa. Damos un toque a fuego vivo, agregamos agua y el jengibre molido con una pizca de pimienta. Hervimos.
Trituramos muy fino y pasamos por el chino.
Laminamos finamente trozos de alcachofa con su vaina. Cortamos unos triángulos de pasta filo, montamos uno encima de otro sin hacer coincidir sus vértices, envolvemos la alcachofa y freímos en aceite de oliva muy caliente –sin humear- reservamos y listo.

¿Montamos el plato?

Hemos dispuesto en vasitos. Servimos la crema muy caliente y ponemos en cada vaso un crujiente de alcachofa con pasta filo. Decoramos con el comino molido y añadimos unas gotas de aceite negro. A chuparse los dedos.



¿Sabías que?

La alcachofa es la hortaliza con más denominaciones reconocidas en la lengua española:
alcací, alcachofa, alcachofera, alcachofero, alcacil, alcancil, alcarchofa, alcarcil, alcaucí, alcaucil, alcaucique, alcaulera, arcacil, arcaucil, carchofa, cardo, cardo alcachofero, morrilla, morrillera, penca, pencas…
Pablo Neruda, dedicó una oda a la alcachofa, igual que a otras muchas hortalizas.

“La alcachofa
de tierno corazón
se vistió de guerrero,
erecta, construyó
una pequeña cúpula,
se mantuvo
impermeable
bajo
sus escamas,
a su lado
los vegetales locos
se encresparon,
se hicieron
zarcillos, espadañas,

bulbos conmovedores…”

martes, 22 de noviembre de 2011

Aceites




Aceites

 

El aceite, los aceites (del árabe az-zait, el jugo de la aceituna, y éste del arameo zayta) hablando de los de oliva, pero son muchos.
Esta entrada, es para hablaros de los aceites más utilizados, algunos en la cocina marroquí y otros de nuestra propia cosecha.
Aceites de oliva, de argán, de semillas, aromatizados, infusionados, en definitiva oro liquido, porque todos los aceites, algunos más que otros, no dejan de ser eso, oro liquido.







El aceite de argán



Ya habíamos hablado de él, por lo tanto, mejor dirigiros a esta entrada.



El aceite de cactus



Este aceite, dará mucho que hablar en los próximos tiempos, es realmente exquisito. Nace a partir de los chumbos o higos de berberie. Hace tiempo que se elabora para usos cosméticos, os invito a visitar este enlace, conoceréis más y mejor estos productos.



Aceite de sésamo y de cacahuete



Bastante comunes y fáciles de encontrar comercializados. No se suelen utilizar en cocina, salvo en pastelería y repostería



Aceites de semilla



Contrariamente a lo que se pueda pensar, en Marruecos se cocina principalmente – a excepción de zonas muy concretas del norte- con este tipo de aceites, reservando los de oliva para comer en crudo. Son comunes los de girasol, colza, soja y alazor.



Aceite de vainilla



Este es uno de los aceites que hacemos nosotros, partimos de aceite de argán como base. Calentamos lentamente, sin que llegue a freír, retiramos del fuego, infusionamos ramas de vainilla, mejor que vainas, aunque no son fáciles de encontrar en Europa. Introducimos las ramas y dejamos macerar. La vainilla, es el fruto de una orquídea trepadora, la única orquídea que da frutos. Se recolecta una vez al año, junto con el azafrán y el cardamomo, forma parte de las especias más caras. Si haces aceite de vainilla partiendo de la vaina, debes ser muy comedido con las cantidades, maceramos en frio y filtramos. Es realmente delicioso.



Aceite de cardamomo



Otra especia de lujo. Este es, el aceite más sencillo de elaborar. Calentamos el aceite ligeramente en el microondas y añadimos las semillas, tapamos y listo. Nosotros, lo hacemos con aceite de argán, se puede elaborar también con oliva baja graduación o sésamo. El que haya tenido la posibilidad de pasear por una plantación de cardamomo, sabrá que es, uno de los lujos más impactantes que cualquiera pueda disfrutar. Dicen que el mejor cardamomo es el de Guatemala, aunque particularmente, me quedo con el de Sri Lanka, al final entenderéis porque. Se le conoce también como “grano del paraíso”.



Aceite de azafrán



Partimos de aceite de oliva baja graduación, este aceite lo elaboramos sin calentar el aceite, el azafrán y las temperaturas, son malos compañeros. Pues eso, maceramos hebras de azafrán con ese aceite, dejamos macerando antes de utilizar unas 48 horas.



Aceite negro



Este, es uno de mis preferidos. Se hace deshidratando aceitunas negras tipo Aragón o muertas, las arrugadas. En Marruecos hay una variedad que parece haber sido creada para tal menester, es la de Beni Mellal. Deshuesamos las aceitunas, deshidratamos en el horno con el fin de crear un polvo. Mezclamos con aceite de oliva. Agitamos enérgicamente. Es ideal para platos de pescado azul y para acompañar quesos y snacks.



Aceite de huesos de aceituna



Este lo hacemos en dos versiones, con aceite de argán y con aceite de oliva. Quemamos literalmente los huesos de aceituna, cuándo ardan uniformemente, infusionamos con el aceite y dejamos reposar 24 h. antes de utilizar.



Aceite de menta



Este también lo hacemos partiendo de argán. Dejamos macerando la víspera las hojas de menta con el aceite. Calentamos levemente e infusionamos las mismas hojas de la maceración, una vez frio, trituramos y colamos, listo.



Puedes utilizar la misma fórmula para hacer aceite de albahaca, perejil, cilantro, orégano fresco, etc.



Aceite de neroli



Es el aceite de flor de naranjo, mejor comprarlo ya elaborado, muy bueno. Se trata de un aceite amargo con ligero sabor amargo, ideal para postres y algunas salsas.



Aceite de nueces



En unos valles que habían sido míticos del Alto Atlas, se ha empezado a elaborar ese aceite de forma artesanal, se trata de cooperativas que también están fabricando quesos y miel. Como ya os conté, el nogal, es el árbol autóctono por excelencia del Atlas, os hablaré de esta cooperativa próximamente.




¿Sabías que?



Durante marzo y abril, en Sri Lanka, se da un espectáculo único: las migraciones de 242 especies de mariposas.



Os adelantaba cuándo hablaba del aceite de cardamomo algo. El espectáculo visual, natural y lujoso, que jamás hemos disfrutado, ha sido, precisamente en Sri Lanka, en la Reserva Forestal de Sinharaja, entre un bosque de cardamomos y esas 242 especies de mariposas revoloteando entre nosotros…olor, color, taquicardia. Orgásmico













lunes, 21 de noviembre de 2011

Briouats de Tfaha con compota otoñal



Briouats de Tfaha con compota otoñal

La receta de hoy, es ideal para disfrutarla con ritual.
Encenderemos la chimenea, preparamos un buen té al azafrán, descolgaremos todos los teléfonos y nos dispondremos a leer Crónica de una muerte anunciada, mientras, los troncos chisporrotean en el hogar.
Una perfecta combinación para desconectar. Es lo que procede en un lunes 21N como hoy.
Se trata de un briouat relleno de una compota de manzana algo especial. La acompañamos con ciruelas pasas, dátiles y uvas pasas.
¿Has encendido la chimenea? ¿Has descolgado los teléfonos?... no te olvides de desconectar el televisor, aparato de radio, internet o cualquier otro elemento extraño, que pudiera o pudiese contaminar tan preciado ritual. Por la libertad.

Ingredientes

Pasta filo
Manzanas reineta
Ciruelas pasas, uvas pasas y dátiles
Azúcar
Mantequilla
Semillas de cardamomo (6 o 7)
Ralladura de limón
Opcional:
Se puede acompañar con dulce de membrillo o jalea de azahar (recomendable).

Pelamos, limpiamos y cortamos a cuartos las manzanas. Introducimos en una cacerola con un par de dedos de agua, tapamos y removemos enérgicamente de tanto en tanto, hasta que estén blandas, entonces añadimos el azúcar, la mantequilla, las semillas de cardamomo, las pasas, las ciruelas, los dátiles y la ralladura de limón. Bajamos el fuego, dejamos cocer hasta que se amalgame removiendo de vez en cuando. Escurrimos, dejamos enfriar y reservamos.
Extendemos las hojas de pasta filo que habremos doblado por la mitad. Hacemos paquetes dobles, es decir, enrollando una vez y otra en sentido contrario. Horneamos a 180ºC hasta que se doren, cuidado con la filo que se quema en un visto y no visto. Decoramos con azúcar glas.

¿Montamos el plato?



Poco hay que montar, serviremos en bandeja o plato, colocamos cerca de la lumbre para que no se enfríen. Iremos degustando sin prisa entre sorbo y sorbo de té. Lo ideal sería, que ese ritual durase hasta el 2013, igual que el libro de García Márquez, lo mejor para nuestra salud, sobre todo psíquica. Espero que os sirva de antídoto.

¿Sabías que?

La expresión “Eres más tonto que el que asó la manteca”, que se aplica al que obra o discurre neciamente, tiene su origen en un personaje proverbial prototipo de la más absoluta necedad, que dicen intentaba asar un trozo de manteca en una sartén, cosa imposible teniendo en cuenta que, antes de asarse, el producto se derretía.
No sé si esa expresión sería muy válida en los tiempos que corren, son tantos los que asan la manteca, que pienso, esa anécdota, ha quedado en desuso.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Cracker de sardina marinada con zaaluk




Cracker de sardina marinada con zaaluk

Seguimos con sardinas y…lo que te rondaré morena.
La receta de hoy tiene historia y muy agradable por cierto. Se trata de una receta inspirada en otra de Ángel León del Aponiente, imprescindible restaurante en el Puerto de Santa María, Cádiz. Os cuento.
Se trata de un cracker, que cubrimos con zaaluk de berenjenas y añadimos filetes de sardina, que habremos marinado en vinagre y acompañamos con aceite negro de huesos de aceituna y alcaparras.

La receta original, dista algo de esta, pero nos hemos quedado con el concepto.
Siempre que volvemos a España, lo hacemos entrando vía Algeciras –viajamos en coche-, siempre volvemos con ganas de “homenaje” y que mejor lugar que Andalucía, esa Andalucía, que está que se sale, donde la oferta cada vez es más extensa y con una calidad irreprochable, más aún, cuándo uno viene del país de las fantasías, de luz y de color.

Pues eso, como os decía, nos dimos un homenaje, un buen homenaje en el Aponiente. Degustamos por entonces, aparte de otros platillos, esa sardina, la humilde sardina con aceite de huesos de aceituna…indescriptible.
He adaptado esa receta, con nuestras sardinitas del desierto y nuestro zaaluk de berenjenas, espero que al maestro León no le moleste, ha quedado curioso, tanto, que os lo recomiendo. Os explico cómo lo he hecho.

Ingredientes

Harina panadera y de fuerza, mantequilla, sal, levadura (esto para el cracker)
Sardinas
Vinagre blanco
Aceite de argán (podéis utilizar también sésamo)
Alcaparras y aceitunas negras
Aceite de huesos de aceituna
Sal

Hacemos los crackers de la forma habitual, haciendo dos masas diferentes y juntando después, lo normal vamos. Fileteamos las sardinas, antes, habremos quitado las escamas con mucho cuidado a fin de no deteriorar la piel, sacamos las máximas espinas que podamos, a ser posibles todas. Las introducimos en un recipiente con agua fría durante unos minutos a fin que se desangren, Secamos bien. Ponemos a marinas con un vaso de agua y otro de vinagre a partes iguales y un poco de sal. En unos veinte minutos, dependiendo del tamaño de las sardinas, tendremos el marinado listo. Reservamos en aceite de argán. Cortamos las sardinas a la medida del cracker, montamos sobre él el zaaluk y disponemos encima las sardinas. Acompañamos con unas alcaparras y aceitunas negras.

El aceite de huesos de aceituna

Quemamos huesos de aceituna negra, cuando digo quemamos es literalmente “quemamos”. En el momento que estén todos los huesos encendidos uniformemente, los metemos en aceite de argán (sésamo o girasol) tapamos el recipiente donde los hemos metido, infusionamos durante no menos de cuarenta minutos. Colamos y solidificamos como creamos oportuno. Hemos hecho un aceite negro. Listo.

¿Montamos el plato?



Bueno ya lo he explicado prácticamente, lo hemos acompañado con una hoja de apio, en otras ocasiones, las hemos hecho con un picadillo de apio y zanahoria. En la receta original, habían dado un golpe de soplete antes de servir, como no tenemos soplete –será lo primero que compre allí- las servimos tal cual.

Aponiente

El tipo de cocina que admiro profundamente. Ángel León, es sin duda un lobo de mar, nadie como él –al menos yo no he conocido a nadie- sabe convertir esos pescados que se suelen denominar como “humildes” en verdaderas obras de arte, simple, una vez más vuelvo a repetirlo: la belleza de la simplicidad. Con una estrella de esas de los neumáticos y una mención en el New York Times que lo tildaba de uno de los mejores restaurantes del mundo. El Chef del Mar, que es como se conoce a León, lo tiene bien merecido. Tenerlo en cuenta si visitáis la Tacita de Plata, no lo olvidaréis. Un restaurante así, solo podía estar en "Cai".

¿Sabías que?

Las pequeñas cantidades de comida que se sirven en los bares para acompañar a la bebida se conocen popularmente como tapas. El uso de este vocablo como sinónimo de aperitivo tiene un origen incierto. Hay quienes aseguran que surgió a raíz de una anécdota protagonizada por Alfonso XIII en su visita a Cádiz. Antes de regresar a palacio, el monarca se detuvo en el Ventorrillo del Chato, venta que aún existe en la playa que lleva su nombre, entre Cádiz y San Fernando. Alfonso XIII pidió una copa de vino de Jerez, pero no se percató de que un remolino de viento que se coló en el local amenazaba con llenar de arena de playa el catavinos real. Para evitarlo, un atento camarero se precipitó a cubrirlo con una loncha de jamón. Cuando el rey fue a dar un sorbo, preguntó con sorpresa: ¿Qué es esto? El mozo le contestó: Perdone mi atrevimiento Majestad, le he puesto una tapa para que no entre arena en la copa". Alfonso XIII, se comió la loncha de jamón y requirió que se le sirviera otro vino, pero "con otra tapa igual".

Por cierto, el Ventorrillo del Chato, tiene también su punto y es que “Cai” es mucho “Cai”. Salivando me quedo.

Buen y gastronomico fin de semana a todos. Ser felices.


Este post ha sido redactado según el Código  de Confianza C0C.